viernes, 30 de noviembre de 2012

Entrevista a Salvador Gutiérrez Solís.



P. ¿Qué significa para usted escribir?
R. Comenzamos con una pregunta realmente complicada, muy complicada. Os doy una relación de palabras: necesidad, adicción, placer, libertad, compromiso, inquietud, curiosidad, vocación, desahogo, vivir, sentir, emocionar… Todas y algunas más.

P. Usted es hoy en día uno de los escritores más importantes de Córdoba, pero ¿cómo fueron sus inicios como escritor? Relacionado con esto, ¿Qué sintió al quedar finalista del Premio Nacional de la Crítica con Un novelista malaleche?
 R. Mi comienzo fue muy anecdótico. Desde niño siempre me recuerdo con un libro entre las manos, pero salvo algunas redacciones escolares y demás nunca me había planteado escribir. Sin saber cómo, ni por qué, con 26 años comencé a escribir lo que creía un cuento y que acabó siendo una novela. Tuve el atrevimiento, nunca mejor dicho, de presentarla a un certamen de novela, convocado por la Universidad de Sevilla, y lo gané. Pasé en muy poco tiempo de no haber escrito prácticamente nada en mi vida a tener una novela en las librerías. Al año siguiente, escribí una nueva novela, más por probar si era capaz de hacerlo de nuevo, a la que le concedieron una beca de creación del Ministerio de Cultura. En ese preciso momento, supe que podría y que quería ser escritor.
A veces pienso que el ser finalista del Nacional de la Crítica me llegó muy pronto, aunque en aquel momento fue algo “inmenso” para mí, me sentía sobrepasado al verme rodeado de Cela, Vargas Llosa, etc.

P. En Un novelista malaleche, describe a un personaje cuyo perfil repite en otras novelas. ¿Qué le cautivó de él?
R. El novelista malaleche, Germán Buenaventura, ha protagonizado tres novelas, y espero seguir ofreciendo nuevas entregas en el futuro. Me encanta, me fascina, lo paso realmente bien escribiéndolo. A veces, lo prometo, se me saltan las lágrimas –por la risa- cuando estoy construyéndolo. Me cautiva de él su arrojo a pesar de su escaso talento para enfrentarse a todo y todos. Y también me gusta su sentido del humor, que es algo que, desafortunadamente, no abunda en la literatura de nuestro país. Somos demasiado serios.

P. En su último libro, El escalador congelado, reflexiona sobre las metas no alcanzadas por la fugacidad del tiempo. Puesto que no es un tema del que se escribe mucho en la actualidad, ¿qué le empujó a reflexionar sobre ello?
R. Creo que todos somos escaladores, todos soñamos con cimas a alcanzar. Pero no sólo cimas públicas o materiales, que yo creo que eso ha sido una tendencia muy extendida en los últimos años. No todo el mundo sueña con ser millonario, llenar estadios o ganar un Oscar. Para muchas personas, su sueño puede ser encontrar la pareja ideal, no estar solas, ser capaces de abandonar la cama cada mañana, sentir el calor de un hijo… Hay tantas cimas como escaladores, tantos sueños como personas. Y en demasiadas ocasiones esos sueños o retos no se cumplen. También me interesaba abordar esa franja de edad tan crucial en la vida de cada persona, esa en la que lo intentas por última vez o decides abandonar.

P. ¿Qué consejo daría usted a todas esas personas que, como describe en su libro, ven frustradas sus metas debido a sus miedos?
R.Uno muy simple, pero muy concreto: El temor a la congelación no te puede impedir que comiences a escalar o que, por lo menos, lo intentes. Mejor ser un escalador congelado que un submarinista en el abismo.

P. ¿Cuál ha sido la mayor dificultad a la que se ha enfrentado al escribir El escalador congelado?
R. Ha sido, con diferencia, la novela que más trabajado me ha costado construir. Mucho trabajo. Tanto que en más de una ocasión he estado a punto de arrojar la toalla. Y la dificultad mayor ha residido en la naturaleza de los personajes. Aunque parezca una contradicción, es muchísimo más difícil describir una persona “normal” que una que no lo es y que se caracteriza por sus extravagancias. Hablar y narrar sobre lo cercano, sobre lo que te roza es muy complicado.

P. Usted presenta en sus novelas personajes cercanos a la realidad. ¿Cuál cree que es aquel con el que más lectores pueden sentirse identificados?
R. Ayer mismo recibí un correo que me emocionó. Una escritora amiga mía, me decía: me he identificado mucho con la novela. Eso es lo que pretendía. Sinceramente, buena parte de los lectores se van a identificar mucho con Mario, Ana y Susana, no me cabe duda.

P. Una de sus obras que más nos ha atraído es El orden de la memoria y su protagonista, Eloy Granero, quien nunca conoció el amor. ¿Puede ser eso lo que le empuja a cometer sus delitos sexuales? ¿Utiliza usted las características negativas de sus personajes para denunciar este tipo de comportamientos?
R. Un crítico escribió que El orden de la memoria se puede entender como una novela amoral, en el sentido de que no toma partido, no juzga ninguno de los comportamientos de Eloy Granero. Y es cierto, no lo juzga, no creo que esa sea la función del escritor. Pero basta contemplar al personaje para darse cuenta que, en realidad, lo está denunciando. Eloy Granero es un hombre sin sentimientos, un hombre que lo ha tenido todo sin reclamar o ganarse nada, y eso le confiere una extraña sensación de gratuidad en todos sus actos. No considera que deba pagar por nada de lo que hace.

P. En su libro El sentimiento cautivo hace una crítica sobre la falta de libertad en la España de Franco. En la actualidad, diversos países luchan por conseguir la libertad que disfrutamos en otros países. ¿Qué opina de estas revoluciones por la libertad? ¿Justifica la violencia de estas?
R. Nunca justificaré la violencia, aunque no dejo de reconocer que en determinados procesos históricos el uso de la violencia ha posibilitado el cambio o la apertura, incluso la libertad, de un país o sociedad. El problema reside en esos estados gobernados desde el terror y la violencia, donde la palabra nunca ha tenido valor. Es un tema muy complicado. Indiscutiblemente, opto por las revoluciones pacíficas, donde la palabra y las ideas son las grandes protagonistas y que, indudablemente, propician sociedades más justas y democráticas.

P. ¿Cómo cree que influye en su creación literaria su labor periodística? ¿Alguno de sus artículos ha servido de base a alguna de sus novelas?
R.  Siempre me he considerado y siempre me consideraré un escritor que escribe en periódicos, en El Día de Córdoba en mi caso. Yo no hago periodismo, en primer lugar porque no soy periodista, y en segundo porque mis pretensiones son otras. Sí he utilizado mis artículos en las novelas, y buena prueba de ello es El escalador congelado, donde abordo temas que son frecuentes en mis artículos.

    
             Muchas gracias por su colaboración.

Gracias a vosotros, ha sido un auténtico placer!!!!

(Alba Mª Márquez y Moisés Peralvo)

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